domingo, 6 de septiembre de 2015

Javier Iglesias: de las palabras a los hechos

Mis vivencias en Argentina y mis amigos pertenecientes al Movimiento Peronista Auténtico me llevaron a conocer la figura de un revolucionario español comprometido con las causas más justas: el compromiso con los pobres.

Javier Iglesias (Lugo, 1960) se preocupó por los más desfavorecidos desde bien pequeño, no en vano manifestaba su deseo de ser misionero. Movido por sus inquietudes sociales y políticas y las ganas de cambiar un mundo que no le gustaba en absoluto, se afilió a Falange Española de las JONS (Auténtica), una falange netamente antifranquista, surgida en 1976 tras la unión de grupos de trabajadores y estudiantes falangistas que habían luchado desde la clandestinidad contra la dictadura. Javier había conocido esta organización y la obra de su fundador - Jose Antonio Primo de Rivera- por su padre. 

Pronto se volvió un ferviente militante, llegando a formar parte tiempo más tarde de su Junta Nacional. Pero el Partido se disolvió y en 1980 se alistó a la Legión, en el Tercio Gran Capitán de Melilla. Al año Javier será arrestado y conducido a la prisión madrileña de Carabanchel acusado de ser un miembro destacado del Ejército de Liberación Popular, el brazo armado de "Falange Auténtica". Después de cuatro meses encarcelado salió en libertad bajo fianza pero, cuando se enteró de la petición de catorce años de cárcel que pesaba sobre él, decidió marcharse a Argentina con documentación falsa, bajo el nombre de "Vicente Javier Caballero".

Javier llegó a Buenos Aires en junio de 1982 e intentó vincularse al peronismo montonero. Creó la Unión de los Sin Techo (UST) aglutinando a cientos de familias que sufrían la falta de vivienda y que intentaban sobrevivir en la calle o en las villas. Por ello hizo huelgas de hambre, manifestaciones, ocupó casas, se ataba a lugares públicos y fue detenido en diversas ocasiones. El Padre Carlos Mugica era un referente para él.


En enero de 1991 algunos miembros de UST fundaron la Agupación de Lucha Peronista para conseguir un fin más político. Las críticas al gobierno menemista empezaban a molestar demasiado, pues Javier empezaba a hacerse un hueco y las amenazas no le frenaban en absoluto. "Se que voy a morir joven", decía. Y esa entrega ganaba la admiración de muchos y la enemistad de los más poderosos. Había logrado reunir unas trescientas familias que peleaban por su derecho a vivir con dignidad junto con los habitantes de las villas-miseria. Había conseguido reunir a los sectores más activos del peronismo revolucionario y combativo y, además, estaba investigando sobre los españoles desaparecidos en Argentina durante la dictadura militar.


El 6 de septiembre de 1996, a los 36 años de edad, Javier y unas cuantas personas más asaltaban el furgón de un supermercado bonaerense. La policía disparó contra ellos, dándole a Javier en el brazo. Lo último que sabrán de él sus compañeros es que le verán entrar en el coche policial con un disparo en el brazo y que comunicarán su muerte horas después. Este asunto se declaró secreto del sumario y nadie ha tenido acceso a lo que realmente ocurrió aquel día.

Extrañamente, a la familia no se le dejó ver más que el rostro del cadáver y, horas más tarde de su muerte, la policía apareció en su casa para llevarse todos los documentos, correspondencia, disquetes, etc que éste poseía.
Hay varias versiones sobre su muerte. Algunos dicen que gente de su confianza le convenció para hacer un atraco para recaudar dinero para los pobres siendo una trampa. Otros, que la policía lo torturó, se les fue de las manos y lo dejaron luego en el hospital. 

Sus amigos se ocuparon de difundir los hechos, motivo por el cual Izquierda Unida y diversas organizaciones políticas y sociales españolas se movieron para pedir explicaciones al Gobierno argentino y condenar la muerte de Javier, pero su muerte nunca se esclareció.


Muchos lo extrañan aun hoy día, diecinueve años después de su asesinato y yo misma he podido comprobar como Javier aún vive en la memoria de los que lo conocieron y admiraron. Alguna lágrima se les escapa todavía cuando le nombran.



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